Fuera llueve y el cielo no deja ver más que un gris empecinado que apenas da lugar a tonalidades distintas, las nubes cubren todo lo que mi vista logra alcanzar allá en el horizonte, sólo roto por luces que anuncian vehículos en sus ritmos y movimientos. Dentro la luz artificial de unos fluorescentes que nada tienen que ver con ésas de neón que llenan las calles allá en el pueblo, hoy deslucidas por la lluvia, aun con el incesante ir y venir de compradores de última hora.
Es el ritmo de la vida que aquí dentro late de otra manera, entre sollozos y pañuelos que quieren enjugar un dolor que apenas puede recogerse, una mezcla de sentimientos que desborda toda posibilidad de palabra. La vida fluye de otra manera, entre miradas perdidas y manos que se agarran como para no perder ni un segundo más de lo que ya se les ha ido.
Es el ritmo de la vida que aquí dentro late de otra manera, entre sollozos y pañuelos que quieren enjugar un dolor que apenas puede recogerse, una mezcla de sentimientos que desborda toda posibilidad de palabra. La vida fluye de otra manera, entre miradas perdidas y manos que se agarran como para no perder ni un segundo más de lo que ya se les ha ido.
La vida de fuera con un ruido diferente al que se escucha dentro, conversaciones cruzadas y dispares para pasar el tiempo sin pensar demasiado en el presente, como para hacer que un olvido parcial permita volver a caminar de la manera más parecida a como se hacía antes, pero ya no podrán hacerlo igual.
No hay palabras, no hay tiempo, (…, flores y silencio,…), sólo hay recuerdos, sólo hay ausencia.
7 comentarios:
Suena tan triste. Lo siento. Un beso.
Besos.
Un texto melancólico y bello, Laura. Gracias. Sin embargo, no me ha entristecido, justo al revés. A mí me parece magnífico el color del cielo momentos antes de estallar una tormenta. Gris azulado con reflejos metálicos. Y no digamos la superficie del mar o de un lago cuando se mira en ella ese manto sombrío. Ah, lo sublime. Y despuésde la lluvia, flores y silencio, como tú dices. Existencialista sin remordimientos, ¿por qué no?. Feliz Año.
El comentario de antes es mío, es decir, de Juan. No sé por qué no recogió mi nombre. Igual me equivoqué. Ciao.
coincido con Juan, el texto es bello, pero a mí sí me parece triste; suena a adiós, a...¿epitafio? Y a melancolía, a un sentimiento muy muy íntimo, genialmente a mí entender ligado a un día de lluvia. He recordado mi niñez, cuando desde la ventana de mi habitación, aún de mañana y metido todavía en la cama, veía los días de lluvia, sintiendo la humedad y el frescor en el rostro, el olor de la tierra mojada y de los geraneos de mi madre, mientras me arropaba en la cama. De vez en cuando, echo de menos esas sensaciones, ¡qué lejos quedaron! Enhorabuena por tu blog. Ánimo.
Laura, el tuyo es un texto bellísimo, cargado de añoranza, de dolor...suena a adiós, a ¿epitafio? Qué hermosa manera de asociar la soledad a un día gris de lluvia. Me ha recordado mi niñez, cuando a través de la ventana de mi habitación veía los grises días metidos en agua,con el frío y la humedad en la cara, el olor de la tierra mojada de las macetas de mi madre, la fragancia de sus geraneos...hoy, en la ciudad, no hay geraneos, llueve y no huele a tierra mojada porque simplemente no hay tierra...qué lejos queda todo aquello!! animo, Laura, y a seguir con tu blog!!
Suena a epitafio porque lo es, aunque junto a la tristeza hay mucho de esperanza... es la vida que se impone a pesar del "adiós".
Gracias.
Publicar un comentario