domingo, 1 de febrero de 2009

Exclav@s

Muchas veces hablamos por hablar, incapaces de dominar esos nervios o la incomodidad que en ocasiones provoca el silencio no buscado. Y eso puede conllevar no sólo hablar de más sino incluso provocar rechazo.

Es difícil, a veces, saber callar a tiempo; es difícil, la mayoría de las veces, hasta escuchar. Y tenemos dos orejas y una sola boca, quizás para escuchar más que para hablar, aunque generalmente no lo tengamos en cuenta.

Y, sin embargo, no tiene más razón el que eleva más la voz, quien deja caer su puño en señal de autoridad, e incluso acompaña sus aseveraciones con palabras malsonantes, arqueando las cejas y subiendo la barbilla hasta perder de vista la mesa que tiene delante.

Dice mucho más un susurro al oído, una voz suave y un tono sincero. Pero la sensación más indescriptible es, sin duda, poder entender y comunicar tan sólo con una mirada, sin apenas mover los labios.

En definitiva, somos dueñ@s de nuestros silencios y esclav@s de nuestras palabras.

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