viernes, 19 de diciembre de 2008

Caminar, un deporte de riesgo




Esta mañana caminaba por las calles casi sonámbula, más por el frío que me hacía parecer una autómata que por el mismo sueño de las primeras horas de la mañana. No había tanta niebla como ayer, que hasta mediado el día apenas pudimos ver el sol. Eso, sí, disfrutamos, a pesar de las bajas temperaturas, de estampas otoño-invernales que se graban en la retina.

Vista de la Carrera Chica en una mañana de niebla de diciembre.- L.Díez

Volviendo a esta mañana. Caminaba aprisa, como es habitual en estos tiempos de estrés continuo, pensando en la agenda del día que me aguardaba, cargada para variar. Absorta en mis pensamientos mientras apenas me cruzaba a un par de vecinos en sintonía con la hora y la sensación térmica. Iba relativamente tranquila hasta que algo me devolvió a la realidad, llovía!! No, claro que no llovía, vamos no con el concepto de lluvia que todos tenemos en la mente. Llovía desde la fachada de un bloque de pisos cuyos propietarios habían decidido que el mejor lugar para colocar el aparato de la calefacción o del aire acondicionado, si es el caso, era el balcón o la propia fachada.

Para empezar nunca me gustaron esos enormes aparatos ahí colgados que con toda la seguridad que ellos quieran, están sobre nuestras cabezas con la inseguridad que ello conlleva, por lo que pueda pasar, que nunca pasa nada… hasta que pasa y luego… el rechinar de dientes, sí.

Pues la “lluvia” no era más que el agua que sueltan los tubos de esa calefacción a pleno rendimiento con la “pelona” que había dejado la noche en esta zona de la Extremadura extrema. Y ahí estaba mi cabeza aguantando el mini chaparrón con el estupor primero y la indignación después por lo sucedido. Y, más que por ese momento, fue porque me hizo caer en la cuenta de que no es el único y de que para caminar por las aceras de determinadas calles hay que estar preparados para sortear toda clase de obstáculos.

Agua que cae de los aparatos de climatización, baldosas del acerado despegadas que acogen debajo agua de lluvia o de lo que sea y que al pisarlas te salpican ensuciando lo que pillan a su paso, bicicletas, motocicletas y demás subidas encima de las aceras, cuando no son coches que se estacionan o que aparcan momentáneamente pero que estorban a los viandantes.

Con este panorama, la opción B es caminar por la vía con el riesgo de que cualquier vehículo te lleve por delante, porque a la velocidad que circulan algunos por las calles del casco urbano de manera impune, da para otro capítulo de estas historias del día a día. Historias que son solucionables, pero, claro, hay que tener voluntad para ello y ahí ya sumamos más obstáculos en la carrera.

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